De Izq. a Der.: Marcelo Valdospinos Rubio, Plutarco Cisneros Andrade, P. Carlos Suárez Veintimilla, Juan Viteri Durán (1978)

Un viejo texto dice que “si dos dicen lo mismo, no es lo mismo”. Esta fórmula define con lucidez la complejidad y profundidad del pensamieto y del lenguaje humano.

El coronavirus, sin duda alguna, alteró y modificará las matrices culturales de la sociedad global y tendrá impactos en las sociedades locales. Si más de dos hablan sobre lo mismo, estarán de acuerdo en señalarlo como una gran crisis, pero el alcance de sus efectos se vuelve una ramificación extendida de conceptos.

Una de las tareas más difíciles de los seres humanos, es entenderse y lograr consensos.

Una alternativa válida es la de volver a repensar salidas contraponiendo a la realidad de las crisis la alternativa de las respuestas utópicas.

La utopía, en tanto concepto, está estrechamente vinculada a la necesidad de generar nuevas expectativas de organización social, que incluyen valores y principios; a una propuesta de cambio radical, a través de la acción política.

En ese contexto de cambio de matriz cultural, “Utopía supone siempre una crítica y un cuestionamiento del orden existente.”

Einstein decía que:

Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis se supera a si mismo sin quedar superado. […] Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno porque sin crisis todo viento es caricia.

Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo.

En los momentos de crisis, solo la imaginación es más importante que el conocimiento.

En tanto para Martín Hopenhayn:

Atributos tales como la solidaridad y la participación, la identidad social y la libertad, la pertenencia y el trabajo, la comunicación y el afecto, la creatividad colectiva y la diversidad cultural, debieran ser rescatados por la construcción utópica como medios y fines: poseen valor en sí mismos e irradian efectos deseables más allá de sí mismos. La realización continua de necesidades y la actualización progresiva de potencialidades es, simultáneamente, camino y utopía.

Al ser un quehacer cultural, la utopía, necesariamente, implica cambiar matrices culturales vigentes, pero, manifiestamente, incapaces de dar respuestas a nuevos requerimientos.

De esta crisis múltiple tienen que salir respuestas múltiples. Tarea nuestra es dialogar con la comunidad y, especialmente con los jóvenes, sobre la necesidad de buscar esas nuevas salidas a través de ideas utópicas.

El Papa Francisco decía que:

Un joven tiene la ilusión de la utopía y la utopía no es siempre negativa. La utopia es respirar y mirar hacia delante. El joven tiene menos experiencia de vida, pero a veces la experiencia nos frena. Y él tiene más energía para defender sus ideas. Un joven es esencialmente un inconformista y eso es muy lindo.

El Instituto Otavaleño de Antropología y la Universidad de Otavalo nacieron como respuestas a procesos de crisis en el contexto de contraponer a ellas la idea de las utopías. Perseveramos, de modo permanente, en crear y hacer realidad sueños y en mantener la integridad para cumplirlos.

Quizá ese sea nuestro mayor legado: haber disfrutado de días de esperanza y haber permanecido en días de desaliento.

En la propia identificación de nuestra Universidad de Otavalo, en el año 2000, al señalar su rumbo, volvimos a insistir en la idea utópica de ser libres y unidos en la diversidad, liberi et iunti in diversitate, y al hacerlo no solo exteriorizamos personales anhelos, sino trasmitimos una necesidad colectiva.

Con Eduardo Galeano coincidimos en que:

La utopía está en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se desplaza diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré.

¿Para qué sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar.

Coincidamos en que es necesario caminar buscando utopías comunes en procura de hacer de nuestra sociedad y de la naturaleza que nos alberga, sitio grato para la vida, caracterizada por el respeto recíproco y la solidaridad compartida.

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